Gracias a los 4 senadores del PAN que no votaron por la iniciativa 3de3. Gracias a los 3 senadores del PRD que tampoco lo hicieron. Gracias a los 7 miembros de la bancada del PT que simplemente se quedaron viendo la pantalla a la hora de la votación, impasibles. Gracias a la coalición del PRI/PVEM que distorsionó el sentido de la iniciativa, bloqueando la obligación de publicidad de la declaración patrimonial, la declaración de impuestos y la declaración de conflicto de interés de cualquier candidato o funcionario.
Gracias también a algunos legisladores del PAN que -en un acto de venganza y con el apoyo del PRI- añadieron un artículo con el cual toda persona que preste servicios o tenga contratos con el gobierno se vea obligada a presentar su 3de3. Gracias por demostrarnos que no entienden el sentido de lo “público” y en vez de vigilar a políticos vigilarán a ciudadanos. Gracias por legislar para proteger sus intereses, para eludir la transparencia, para sabotear la rendición de cuentas. Gracias por legislar para castigar a 634,000 ciudadanos “ocurrentes” -en palabras de Emilio Gamboa- que pedían lo mínimo a quien ocupe un puesto en el gobierno o aspire a obtenerlo.
Gracias a la clase política por empañar los logros que podría traer consigo el nuevo Sistema Nacional Anticorrupción (SNA), al demostrar que hará todo lo posible para frenar su instrumentación. Gracias por poner en duda el apoyo que habrá para un Comité Ciudadano que vigile la operación del sistema. Gracias por poner en tela de juicio la voluntad de nombrar un fiscal anticorrupción verdaderamente autónomo e independiente. Gracias por tergiversar y diluir y distorsionar y descafeinar una de las iniciativas ciudadanas más importantes que ha habido en los últimos años. Gracias, gracias, gracias.
Porque al hacer lo que han hecho confirman que el Estado mexicano es incapaz de reformarse a sí mismo. Que los legisladores jamás aprobarán mecanismos de vigilancia y autocontención. Que los partidos quieren seguir operando en un islote de opacidad. Que la voluntad de los reformadores dentro del Congreso siempre acaba aplastada por los intereses enquistados allí. Que la maquinaria estatal es capaz de seducir hasta a los académicos e intelectuales más impolutos, que ahora claman los “avances” del Sistema Nacional Anticorrupción, preparándose para pedir puestos en él. La labor conjunta de diputados, senadores, y ciertos miembros de la sociedad civil ha contribuido a crear un clima en el cual ya todo parece simulación. En el cual ya todo parece manipulación. En el cual los mejores esfuerzos desde abajo se estrellan contra la recalcitrancia desde arriba.
Y lo que no perciben aquellos que han llevado al desfiguramiento de la iniciativa 3de3 es a quién están beneficiando. Para quién están trabajando. Porque el que brinca de felicidad ante el fracaso de la causa ciudadana en favor de la transparencia es Andrés Manuel López Obrador. El PAN, el PRI, el PRD, y el PVEM -junto con quienes aplauden las virtudes del Sistema Nacional Anticorrupción sin ver el golpe mortal que acaba de recibir- acaban de darle una victoria a AMLO. Al que dice que todo es una simulación, al que descalifica todo impulso ciudadano legítimo, al que dice que el Estado mexicano sólo se reformará cuando López Obrador lo controle.
El sistema le acaba de confirmar que sólo él puede ser antisistémico. Los ciudadanos jamás podrán reformar a la clase política; se necesita un líder providencial para hacerlo. Los ciudadanos jamás podrán limpiar la podredumbre; se necesita un solo líder moral para lograrlo. Mientras más tóxicas sean las leyes, más argumentos le dan a AMLO para llamar a desconocerlas. Mientras más irreformable sea la clase política, más argumentos le regalan a AMLO para exigir acabar con ella. La mezquindad y el cortoplacismo de partidos que no quieren cambiar tiene un beneficiario: el que no quiere remodelar la democracia disfuncional sino incendiarla.
Entonces “gracias” a quienes están pavimentando el camino a la desmodernización; “gracias” a los que siguen protegiendo privilegios políticos a costa de derechos ciudadanos. Al impedir avances como la Ley 3de3 mandan un mensaje y es terrible: como los legisladores jamás le harán caso a la población, mejor que gobierne un redentor autoproclamado, al cual tendremos que estarle agradecidos por salvarnos de nosotros mismos.
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