Reforma.
Empieza a circular por Latinoamérica el segundo libro de Juan Pablo Escobar, hijo de quien fuera el narcotraficante más poderoso, sanguinario y famoso de Colombia y el mundo en la década de los ochenta y principios de los noventa. Fue presentado en Colombia y Uruguay hace unos días y se espera que llegue a México a principios de 2017.
Pablo Escobar. In fraganti. Lo que mi padre nunca me contó (Ed. Planeta) es el relato de Juan Pablo -o Juan Sebastián Marroquín Santos- de lo que le fueron contando personajes del mundo criminal colombiano que, hasta ahora, se habían negado a hablar con el primogénito del capo. Durante seis meses, Escobar conversó con personajes diversos que, de una u otra manera, habían tenido que ver con su padre y con el imperio criminal fundado por él y cuya existencia trastocó la vida de millones de colombianos.
El propósito de escribir, dice quien se ha convertido en promotor del perdón y la reconciliación en Colombia, es contribuir “… a la reparación simbólica… a esclarecer la verdad de una época que marcó para siempre no solo al país, sino a un continente entero”.
El libro arroja varios hallazgos y descubre historias de lo que fueron las relaciones del líder del Cártel de Medellín, Pablo Escobar Gaviria, con el entorno político y criminal de la época. Colombia no ha resuelto el tema del narcotráfico, pero sí superó la terrible etapa del narcoterrorismo que costó decenas de miles de vidas y el horror instalado en las casas. Este libro fue escrito por quien conoció en carne propia la gloria y el infierno de vivir en el mundo del narco. El niño que en lugar de recibir de regalo animales de peluche, tenía para sí jirafas y elefantes verdaderos en su zoológico.
Hay dos capítulos que llaman especialmente la atención del libro de Pablo: “Tras el rastro de Barry Seal”, dedicado al audaz piloto que según el relato de Escobar “… ayudó a la CIA con vuelos ilegales que entraron a Estados Unidos cargados con heroína para financiar diferentes conflictos en el mundo, principalmente en operaciones anticomunistas” y “La ruta del ‘Tren'”, bautizada por Escobar Gaviria así -de manera simple precisamente por la “velocidad, facilidad y eficacia con la que entre 1986 y 1989 ingresó no menos de 64 toneladas de cocaína a Estados Unidos en complicidad con funcionarios antidrogas justo durante la transición de los gobiernos de Ronald Reagan y George Bush padre”.
El relato de Pablo sobre el funcionamiento del “Tren”, que habla de la cadena de complicidades que tuvo que montarse para que con toda libertad se transportara esa cantidad de droga sin ser frenada por nadie, puede hacer pensar en el tipo de cosas que siguen ocurriendo hoy en países como México.
No sobra, ni resulta forzado, hacer un paralelismo respecto a lo que ocurría en la Colombia de Escobar y sus rutas como el “Tren” con lo que ocurre con las drogas en el México de hoy.
Este fin de semana 26 y 27, se cumplirán 2 años, dos meses de lo ocurrido con los jóvenes de Ayotzinapa. El destino de estos jóvenes se cruza con lo que apunta a una operación de Estado que pretende ocultar cosas fundamentales de la investigación en curso y hacer a un lado la existencia de una ruta de drogas montada en camiones como los que tomaron, en un error trágico, los jóvenes estudiantes de Ayotzinapa.
Quien tenga acceso al libro de Pablo y lea sobre la ruta del “Tren”, y toda la cadena de colusión que la hizo posible, tendrá que hacer un alto y pensar en las similitudes que puede haber con la ruta de los camiones cargados de heroína y que igualmente circulan, con paso franco, rumbo a Estados Unidos.
Témoris Grecko, director del documental Mirar Morir -que se refiere al papel del Ejército en la historia de Ayot-zinapa- dice, con razón, que para hablar en serio de este tema, es necesario poner en el centro la palabra heroína.
Se aproxima también la publicación del libro de Anabel Hernández sobre la noche de Iguala y lo sucedido con los estudiantes. El contenido sacudirá conciencias y al propio aparato político.
Posdata. Gracias a tod@s por los mensajes de solidaridad al equipo de Aristegui Noticias, con motivo del allanamiento a nuestras instalaciones. ¿Debemos tomar esto como una señal? ¿De parte de quién?, sería la pregunta.